domingo, 4 de marzo de 2012

Demasiado tarde


Lucas temía lo que podía pasar. Bajo la luz de la farola esperaba atormentado, con una única idea pasándosele por la cabeza. Intentaba aparentar calma. Con una mano en el bolsillo de sus vaqueros, la otra la usaba para mesarse el cabello y tocarse de vez en cuando los labios, en un tick nervioso claro solamente para aquellos que le conocían bien. Llevaba esperando poco más de tres horas pero el tiempo se condensaba y ralentizaba a cada segundo. La niebla empezaba a caer, era tarde, demasiado, y ella seguía sin aparecer. La ciudad parecía haberla engullido del mismo modo que la noche había hecho desaparecer el tráfico y las bocinas de los coches se habían ido apagando. El silencio había recorrido las calles como como una tormenta de arena y si se quedaba quieto era capaz de oírse respirar. Una bocanada de aire caliente salió de su garganta y se convirtió en una blanca neblina al contacto con la gélida noche. Era demasiado tarde y lo sabía. Al igual que sabía que de poco iba a servir quedarse quieto, esperando. Se dio media vuelta y deshizo los pasos que le habían conducido hasta allí a última hora de la tarde. Era tiempo de empezar a buscar por su cuenta.

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