miércoles, 24 de agosto de 2011

Del final de Frida Kahlo



Fragmento:

"Por primera vez en mi vida, me puse un pañuelo alrededor de la cabeza, sin importarme que estuviese todo arrugado.
Podía sentir con precisión mi rostro atravesado por el dolor, la lluvia de ese día gris insinuándose en las arrugas. Ningún maquillaje. ¿Para qué? No estoy de humor para hacerme la coqueta. De todos modos, no hubiese engañado a nadie acerca de mi estado. No tenía ánimos para nada, ni tan sólo para sufrir.
Diego empujaba mi silla de ruedas.
Aún he querido creer que hay causas todavía más importantes que mi invalidez, que mis tormentos. Causas superiores, al lado de las cuales mis males son poca cosa. De todas maneras, si lo consideramos con atención, en su deterioro, mi cuerpo no tiene ya el menor interés. Hay que sacrificar lo individual a la grandeza de las cosas más universales. Dudarlo sería un crimen para la humanidad. Así lo creo.
Miro mi fotografía tomada durante la manifestación.
¿Qué parezco? El desconcierto ambulante. Mi expresión sólo refleja tristeza.
Sólo hay sombras en el cuadro.
Dramatis personae.
Voy a romper esa foto. No. No tengo fuerzas."

Final del libro de Rauda Jamis "Frida Kahlo" (no, no me digáis que os he spoileado, todo el mundo sabe que Frida al final muere)


Que el amor nos cosa a leches.

Mia: Don't you hate that?
Vincent: What?
Mia: Uncomfortable silences. Why do we feel it's necessary to yak about bullshit in order to be comfortable?
Vincent: I don't know. That's a good question.
Mia: That's when you know you've found somebody special. When you can just shut the fuck up for a minute and comfortably enjoy the silence.

Pulp Fiction

sábado, 20 de agosto de 2011

De realidades que se te estampan en la cara.

Hay un vestido en la exposición en la que ahora estoy de guía. Tiene un corte muy bonito, casi veraniego, pero el artista que lo ha intervenido, Jorge Velarde, no ha seguido la sintonía del diseño. En vez de haber hecho un dibujo alegre, ha diseñado una cara como de un hombre de piedra, con la boca cosida y las pestañas de los ojos pegados al rostro. Veo la cara de la gente cuando lo ve, se echa para atrás y tuercen el gesto, no gusta. No el vestido, no el rostro, no gusta porque les remueve algo dentro de ellos y la mayoría ni lo saben, así que yo les pregunto para que lleguen ellos a sus propias conclusiones.

- ¿Puede hablar?
- No
- ¿Porque no quiere o porque no le dejan?

Entonces te miran. Miran el vestido. Te vuelven a mirar.

- Hombre, si está cosida, será que no le dejan.
- ¿Y los ojos? Están pegados. ¿Puede ver?
- No, claro.

Y yo sigo guiándoles hasta el principio de ese molesto sentimiento que no saben identificar.

- Si te cierran los ojos y no te dejan ver, no sabes lo que pasa a tu alrededor. Si te cosen la boca no te dejan hablar y coartan tu libertad de expresión. Si no ves lo que pasa no puedes opinar, desconoces el mundo en el que vives, si no sabes dónde ni cómo vives te pueden utilizar de la forma que quieran.

Entonces te miran de forma extraña porque es un tema que no gusta, es un tema duro y político y entonces digo alguna broma y le quito hierro al asunto mientras voy hacia otro vestido mucho más desenfadado y alegre que no nos incita a pensar.

Y cada vez que hago la visita, cada vez que paso por ese vestido, cada vez que intento que comprendan porqué su malestar ante un rostro que no es violento pero nos transmite rechazo, cada vez que hago eso pienso en el 15-M y hoy, he pensado en el JMJ.

Es ver las cosas cristalinas, saber que tienes razón querer gritarlo al mundo y darte cuenta de que el mundo no sólo tiene los ojos pegados y los labios cosidos, sino que les gusta tenerlos así. Es encontrarte frustrada porque tú si has abierto los ojos y te has dado cuenta de que no estás en un país democrático y justo, sino en uno dónde se usa a la policía para cargar contra quien no gusta (no contra quien no acepta la ley), en un país dónde quien debe representar al pueblo no sólo no lo representa sino que se aprovecha de él. En un país, en una comunidad dónde de pronto, llevar un crucifijo colgado al cuello es cómo tener un pasaporte diplomático. Un crucifijo. Un símbolo religioso. En un país aconfesional.

No voy a alargarme básicamente porque todo la frustración la he ido echando estos días vía Twitter y porque hay gente que se expresa mucho mejor que yo y que deberíais leer (si queréis tener los ojos abiertos)

Aunque a veces comprendo que para poder vivir, debes ponerte esa venda de felicidad que dice barbiejaputa. A veces, señores, otras hay que levantarse y mirar el mundo con nuestros propios ojos no con los que nos dictan los demás.

De regalo un vídeo. Porque, permitidme decir esto, hay de todo en la viña del Señor, lleven o no crucifijos colgando al cuello.