Sonó el timbre. "Volveré enseguida". Más cercanas que él las palabras, se marchó por la puerta con leve resoplido. Cerró la puerta tras de sí. La casa parecía haberse quedado en penumbra por el profundo silencio repentino. Se acercó a la puerta, de forma sigilosa y miró la cerradura. Fría. De metal. Y de ella colgaba lo que parecía ser un hilo de la chaqueta de su padre, un minúsculo pedazo de tela que parecía no querer abandonar ese lugar. Más valiente que su padre. Apretó su delgado puño a la cerradura y sintió su tacto gélido. Supuso que así era como debía sentirse el abandono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario