jueves, 30 de junio de 2011

Pequeñas cosas

"Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas." Frank Clark

Pues eso.

Un vaso de leche fresquita en pleno verano.
Una terraza. Unas cañas. Unos amigos.
El olor a tierra mojada.
Pasear por Madrid y disfrutar de sus maravillosos edificios.
Pan de leche con mermelada de arándanos.
Un mensaje sólo para decir "hola".
Echarse la siesta con la ventana abierta y que haga el suficiente fresquito para taparte con la sábana.
Hacer una foto maravillosa y photoshopearla.
Engancharte con un libro y mirar alguna página del final para ver cómo sigue.
Comprarte una prenda de ropa que te hace sentir guapa.
El ruido de las olas en la playa.
El ruido de la lluvia y contar los segundos entre relámpago y trueno.
Encontrarte con una persona que hace mucho que no veías y ponerte al día.
Los abrazos.
La plaza mayor en Navidad.
Ver una película fantástica en el cine y seguir con la sensación de continuar dentro de la película una vez sales.
Regalar algo a alguien que sabes que le va a hacer mucha ilusión.
Tardar cinco horas en ver tres cuadros en un museo.
Ver vídeos musicales de tus series favoritas.
El graznido de los pájaros.
Que nieve y salgas a la calle para jugar con ella.
El gusanillo de descubrir cosas nuevas cuando viajas.
Ver fotos y recordar buenos momentos.
Dibujar.
Escribir.

¿Y vuestras pequeñas cosas?

miércoles, 15 de junio de 2011

Un canto

Hace millones de años me ofrecí voluntaria para leer en alto un poema en las fiestas de mi instituto. Me lo aprendí de memoria, y aunque hayan pasado más de diez años aún sigo recordando párrafos. Es extraño cómo esas palabras vuelven a mi cabeza en los momentos más insospechados. Versos sueltos, la mayoría de las veces, pero con tanta fuerza como el propio poema tiene. Y quiero gritarlo al mundo, recitarlo mil veces, hacer a la gente sentir el impulso de sus palabras. Aquí os lo dejo, para que lo leáis, para que lo sintáis, para que disfrutéis.

Quisiera un canto
que hiciera estallar en cien palabras ciegas
la palabra intocable.
Un canto.
Mas nunca la palabra como ídolo obeso,
alimentado
de ideas que lo fueron y carcome la lluvia.

La explosión de un silencio.

Un canto nuevo, mío, de mi prójimo,
del adolescente sin palabras que espera ser
nombrado,
de la mujer cuyo deseo sube
en borbotón sangriento a la pálida frente,
de éste que me acusa silencioso,
que silenciosamente me combate,
porque acaso no ignora
que una sola palabra bastaría
para arrasar el mundo,
para extinguir el odio
y arrasarnos...
 
José Ángel Valente

viernes, 3 de junio de 2011

De buen rollo

Ayer fue de esos días memorables y puesto que llevo metida en casa sin salir milenios no está mal. Después de una mañana estudiando el examen mortal de Historia del Cine con miles de directores con millones de películas cada uno, llega madre y me dice que va a dar leche a un gato que lleva dos días encerrado en el garaje. Un minigato chiquitín que se ha metido y está muriendo de la inanición el pobre. "Yo bajo" digo. "Tienes cosas que hacer". "Bueh, total estaba viendo Friends" (a esas alturas totalmente cierto).

La cosa es que el mini gato tiene miedo atroz a las personas. Es lo que tiene ser mini, estar encerrado, asustado y que nunca hayas tenido a un humano cerca. Así que se mete bajo las ruedas del coche. Que sepáis que "missi missi" no funciona para atraer a un gato. ¿Lo que funciona? Leche (que no mala leche) y dosis de paciencia. El pobre sale, entra, sale... hasta que empieza a beber de la leche y yo le quiero coger por detrás. Madre "no que araña y tiene enfermedades" Yo "¿y bajamos a alimentarle todos los días?. Así que a traición le cojo.  Mini se pone de uñas y cuando le doy la vuelta hace como que bufa (porque por dios, mini, no das miedo con ese tamaño de un mes de vida) y me mira algo cómo:


Pero con mucha más cara de pánico. Le subimos a la calle, le pongo con la leche de nuevo, bebe. Se marcha. Madre y yo: "por la carretera nooooo". Adiós pequeñín, adiós.

A lo que me voy a mi examen horroroso con la sensación de que voy a aprobar. Que digo yo que podría poner aprobado general, total, se jubila, ¿no? Qué más le dará. Llego a la facultad "Podría dar un aprobado" "No creo" "Pues podría".

Entramos. Empieza a repartir hojas. La echo mal de ojo porque yo "he venido con la sensación de que me iba ahora". Se pone delante de todos y dice que tiene una noticia muy buena. A-P-R-O-B-A-D-O G-E-N-E-R-A-L. Muero. No, no son leyendas urbanas. Existen. Explica que aprobado, sí a todos, no, no puede decir las preguntas, sí hasta los que van con todo. Una chica rubia a lo barbie de clase levanta la mano "¿Pero a lo que llevamos todo también?". Sin ofender, pero rubia = tonta te viene a la mente. "Sí anda que la aprueben, que me da que no iba a aprobar".

La gente aplaude. La gente grita "Guapa" ¿?. "Tía voy a llorar" "Yo también". Salimos. Cafetería. Y nos merecemos una cerveza. Nos invitan.

Antes de llegar a casa echo la Primitiva a medias (amore, te tengo que dar los números). Oye, ¿por qué no aprovechar las buenas rachas? También las tengo malas y bien que se recrean en mí.

C'est finit.

También he de decir que esta mañana, el niño que olfatea me ha abrazado por detrás y ha dicho "me ha gustado". A lo que me he dado la vuelta terriblemente emocionada, primero porque no sabía que podía hablar y luego porque ha dicho algo con sentido. "¿Te ha gustado lo que hemos visto?" "Sí" Y se ha dado la vuelta con su flauta (literal, de las que tocas y suenan). Y yo cómo:


Y creo que sí, ya es hora de que me ponga a estudiar de nuevo, porque los exámenes no han terminado, de hecho, sólo acaban de empezar.

¿Moraleja? Hasta los días más horribles pueden ser grandes días. Estad atentos, nunca se sabe.